
Es complicado hacer predicciones en ciencia, per
o a veces la genética puede jugarle a uno una mala pasada. Por ejemplo, ¿seré más gordo en el futuro? Si disfrutás mucho con un poquito de chocolate, puede que no. Según un estudio, las personas que disfrutan más de la com
ida, tienden a ser más delgados.
La dopamina es uno de los cientos de neurotransmisores que consiguen que las neuronas se comuniquen entre sí. Y el mensaje que lanza es: placer. Cuando uno se da una buena comilona, el cerebro lo agradece liberando una buena dosis de dopamina. O cuando un plato es muy sabroso o exquisito, el placer que nos causa viene mediatizado por la liberación de esta sustancia en nuestra cabeza.
1. Un buen batido de chocolate
Un equipo de científicos estadounidenses realizó escáneres de resonancia magnética funcional en la cabeza de una serie de individuos para ver cómo reaccionaban cuando se tomaban un buen batido de chocolate. También dieron a los voluntarios un batido que no sabía a nada.
Todos los que participaron en el experimento se sometieron a un test genético para ver si tenían un número menor de lo normal en cuanto a los receptores de la dopamina. Después de obtener los resultados, se les hizo un seguimiento para ver si tenían o no más grasa en su cuerpo.
Aquellos en los que el cuerpo estriado del cerebro se activó poco, y que además tenían menos receptores para la dopamina, ganaron peso frente a los que no.
"Los resultados sugieren que los individuos en los que los circuitos de recompensa funcionaban por debajo se encontraban en riesgo poco saludable de ganar peso".
2. Comer rápido nos hace obesos

Devorar rápidamente las comidas podría ser suficiente para doblar el riesgo de ser obeso, dice otro estudio japonés.
Hay que comer más lento y darle tiempo al cerebro de reconocer la saciedad. El viejo dicho de mast
icar cada bocado 20 veces puede ser verdad: comer deliberadamente más lentamente al sentarse a la mesa puede tener un impacto sobre el peso.
El estudio examinó la relación entre la velocidad en que se consume el alimento, la sensación de saciedad y la obesidad. Aquellos que, además de devorar sus alimentos, comen hasta sentirse llenos, au
mentan al triple las probabilidades de ser obesos.
El profesor Ian McDonald, de la Universidad de Nottingham, señaló que "la práctica podría interferir con el sistema de señalización que le indica al cerebro a no seguir consumiendo, porque el estómago se agranda con la prárctica.
Si uno come rápidamente está básicamente llenando el estómago antes de que la información gástrica tenga una oportunidad de generarse, uno podría estar rebosando la capacidad del estómago.